La investigación sobre la memoria colectiva de los habitantes de la Mancomunidad del Embalse del Atazar se ha centrado en la recopilación de testimonios de personas mayores, abarcando un periodo histórico entre los años 20 y 70 del siglo XX.
A través de reuniones semanales, durante casi dos años, en las Mesas de la Experiencia se han recogido relatos que incluyen experiencias cotidianas, tradiciones y saberes, estableciendo un vínculo significativo entre los entrevistadores y los informantes. Se ha priorizado la participación activa de las personas mayores, lo que ha fomentado procesos de cuidado mutuo y empoderamiento, permitiendo a los participantes reconocer el valor de sus conocimientos y su papel en la preservación del patrimonio cultural.
Por eso, el proceso de investigación no se limita a un enfoque etnográfico, sino que busca dar forma a una memoria colectiva que facilite la referencia de los Patrimonios Culturales Inmateriales del territorio.
La recopilación de información se ha estructurado geográfica y temáticamente, considerando tanto el ciclo vital de las personas como el ciclo anual de actividades.
Hemos tratado de indagar en la memoria colectiva, escuchando y documentando lo que las personas más mayores de nuestros pueblos han querido rescatar de su infancia y juventud. Se trata de un relato en el que se entremezclan los hechos históricos con las pequeñas historias, repletas de conocimientos y saberes, pero también de emociones y visiones personales.
Este legado nos muestra una forma de habitar el medio rural que hoy se nos antoja casi inimaginable. Sin medios tecnológicos y sin servicios básicos como electricidad o agua canalizada, el día a día estaba plagado de multitud de acciones que conformaban una vida austera y humilde, pero inmensamente digna. Estas acciones cotidianas se basaban en un repertorio de conocimientos y saberes transmitidos a lo largo de generaciones, de forma oral y experimental: se aprendía escuchando y haciendo. En los testimonios recogidos, nos hablan del duro trabajo en el campo y con los animales, de sus quehaceres diarios para conseguir agua, calor y comida. Del transcurso de sus vidas, desde la niñez, hasta el cuidado de los más mayores. Pero también de las celebraciones, algunas de ellas religiosas y otras vinculadas con ritos ancestrales, de días de baile y fiestas.
Un ingente legado que merece la pena conservar.